Tim Connor es un hombre de 45 años que vive en Texas, Estados Unidos, y que tuvo durante más de dos décadas en el desván una bicicleta que ha sobrevivido a varias mudanzas y al abandono, pero que finalmente le ha servido para ayudar a una vecina de una manera admirable: donarle un riñón.
“En el hospital me dijeron que tenía que pesar como máximo 111 kilos para que me tuvieran en cuenta”, contó el hombre a Bicycling. Cuando se subió a la báscula, “pesaba casi 117 kilos”. Finalmente, el hospital descartó su candidatura, lo que fue un verdadero balde de agua fría para Connor.
Fue en ese momento, cuando decidió desempolvar la vieja bicicleta y pedalear hasta perder el peso suficiente para poder donar el órgano. Tim recuerda que, aunque el primer día recorrió ocho kilómetros, el reto más complicado era volver a salir al día siguiente.
“A medida que me iba acostumbrando a cada segmento del sendero, empecé a explorar más y a conectar un mayor número de tramos con el sendero local”, contó el texano. Decidió salir de su zona de confort y circular por la carretera, aventura en la que conoció a otros ciclistas que lo invitaron a unirse a los equipos Tyler Bike Club y Fresh Racing. La mayoría de las semanas, “estaba haciendo un promedio de entre 120 y 160 kilómetros”.
Los médicos y especialistas en nutrición suelen recomendar a los pacientes que desean adelgazar hacer cambios en su alimentación. Connor no tardó en darse cuenta de que “tenía que comer de forma diferente para ver los máximos resultados y poder donar mi riñón”.
En ese momento, Tim inició una dieta de 1.500 calorías que, en combinación con el ejercicio, le permitió bajar de peso rápidamente. Después de 200 días de trabajo en su cuerpo, “doné mi riñón el 25 de enero de 2021”, reveló el estadounidense.
Afortunadamente, “el procedimiento fue muy bien, y el personal me puso en pie en cuanto se me pasó el efecto de los medicamentos. Estuve en el hospital menos de 24 horas”.
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