La escena es habitual: un padre levanta a
su hija de meses y repite lentamente las sílabas “pa” y
“pa”. Después de meses de escuchar estos sonidos, el bebé comienza a
balbucear y gradualmente “pa pa pa” se convierte en “papá”. Las
palabras se aprenden.
Estos son pasos críticos en
nuestro desarrollo intelectual, sin embargo, muchos de los componentes del
aprendizaje vocal siguen siendo un misterio. ¿Cómo codifica el cerebro los
recuerdos necesarios para imitar el discurso de nuestros padres? e igual de importante:
¿pueden los científicos intervenir cuando el proceso sale mal?
Un equipo de investigadores,
liderados por Todd Roberts, ha comenzado a responder estas preguntas en un
nuevo estudio sobre pájaros cantores que muestra que los recuerdos pueden
implantarse en el cerebro para enseñar vocalizaciones… sin ninguna lección de
los padres.
“Esta es la primera vez que
confirmamos regiones cerebrales que codifican recuerdos de comportamiento, esos
recuerdos que nos guían cuando queremos imitar cualquier cosa, desde el habla
hasta el aprendizaje del piano – señala Roberts en un comunicado. Los hallazgos
nos permitieron implantar estos recuerdos en las aves y guiar el aprendizaje de
su canción”.
El estudio, publicado en Science, describe cómo el equipo de
Roberts activó un circuito de neuronas mediante optogenética, una herramienta
que utiliza la luz para monitorear y controlar la actividad cerebral.
Los investigadores utilizaron
diamantes cebra (Taeniopygia guttata) porque
comparten muchas de las etapas humanas del desarrollo vocal: al principio de su
vida, esta especie escuchan cantar a sus padres, y eventualmente memorizan las
notas. Esto lo aprenden después de practicar decenas de miles de veces.
Al controlar la interacción
entre dos regiones del cerebro, el equipo de Roberts codificó recuerdos en
pinzones cebra que no tenían experiencia de tutoría de sus padres. Los pájaros
usaron estos recuerdos para aprender las sílabas de su canción. La duración de
cada nota correspondía a la cantidad de tiempo que la luz mantuvo activas las
neuronas. Cuanto más corta la exposición a la luz, más breve la nota.
Sin embargo, el descubrimiento
es notable porque abre nuevas vías de investigación para identificar más
circuitos cerebrales que influyen en otros aspectos de la vocalización, como el
tono y el orden de cada sonido.
“Si descubrimos esos otros caminos – concluye Roberts –, hipotéticamente podríamos enseñar a un pájaro a cantar su canción sin ninguna interacción de su padre. Pero todavía estamos muy lejos de poder hacer eso”.
Fuente: Quo.es