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Aunque
muy seguido se confunden, los virus y las bacterias son radicalmente diferentes.
Las
bacterias son organismos vivos unicelulares que no poseen un núcleo definido
(procariotas), los humanos tenemos más células de bacterias que humanas en nuestros
cuerpos.
Sus
genes (microbioma) aportan casi cincuenta veces más información genética que la
que tenemos en las células estrictamente humanas en nuestro cuerpo. Tratar una
enfermedad bacteriana, si se dispone de un antibiótico adecuado, puede ser
relativamente fácil de combatir.
En cambio, cuando hablamos de virus, se tratan de agentes infecciosos que necesitan de manera inexorable parasitar a una célula viva que les proporcione cobijo, para poder sobrevivir y reproducirse.
Igual
que nos sucede a los viajeros humanos, cada virus opta por un tipo de
hospedaje, que selecciona de manera más o menos específica.
Los
virus invaden nuestras células y toman control de ellas, lo que provoca efectos
desastrosos para nuestra salud.
Una
vez que invaden las células humanas toman el control de su maquinaria para
beneficio propio, a costa de la destrucción total o parcial del propio huésped.
En
este caso, los antibióticos no sirven de nada. Cuando se utilizan de manera
inadecuada para tratar una infección de origen vírico, el efecto que producen
en nuestro organismo es debilitar a nuestros aliados bacterianos.
¿Existen tratamientos
antivíricos?
Si
no existe una patología previa o nuestro sistema inmunitario está debilitado
por otra causa, las consecuencias de una viriasis pueden ser leves, como ocurre
con el catarro común.
El
cuerpo reacciona y soluciona el problema de manera autónoma. Solo nos supone
una semana de debilidad que suele aliviarse con tratamientos sintomáticos
(analgésicos).
Para
luchar frente a virus más agresivos, con patologías asociadas más graves, se
dispone de algunos fármacos antivirales. El objetivo de un antiviral consiste
básicamente en inhibir la replicación del virus.
Cada
medicina lo intenta en una etapa diferente, bloqueando ya sea la adhesión del
virus a la célula, la penetración, la copia de su ácido nucleico, la síntesis
de nuevas proteínas o la maduración/liberación de nuevas partículas
infecciosas.
Todas las estrategias no pretenden sino dar tiempo a nuestro sistema inmunitario para ponerse al día, y combatir desde dentro la enfermedad.
¿Antivirales o
vacunas contra el coronavirus?
Para
combatir el coronavirus se están administrando de manera compasiva antivirales
efectivos frente a otros virus como el del Ébola, Marburg o MERS.
Esto
significa que se autoriza su uso para una indicación no contemplada en su ficha
técnica, sin certeza absoluta de que vaya a servir.
Para
tratar el covid-19 hoy se usan antivirales que son efectivos para tratar
enfermedades similares.
Compuestos
como Remdesivir, Oseltamivir o Ritonavir, que se están probando en los hospitales
para tratar la pandemia, incluso tratamientos frente a la malaria como la
cloroquina parecen tener algún efecto positivo.
Si todo marcha bien, en unos meses se dispondrá de vacunas frente a este coronavirus. Pero existe un problema, y es que, los virus mutan de forma constante e inexorable y disponer de vacunas cien por ciento efectivas es imposible.