El descubrimiento de variantes del SARS-CoV-2 en el Reino Unido, Sudáfrica y Brasil hace que el mundo se pregunte qué está pasando aunque los científicos esperaban estos cambios y hacen un llamado a la calma.
Según ha dicho el presidente de la Sociedad Española de Virología (SEV), Albert Bosch, “lo más importante de la aparición de la variante del Reino Unido” es la confirmación de que el SARS-CoV-2 “puede variar” y que, por tanto, en el futuro es posible que aparezcan más.
Aunque los virus de ácido ribonucleico (ARN) -como es el caso del que causa el COVID-19- tienen facilidad para mutar, el SARS-CoV-2 dispone de “unos mecanismos de corrección” de los cambios en su extenso genoma de 30.000 nucleótidos, explica el experto.
Esos mecanismos de corrección no han evitado que algunos de los errores cometidos por el virus en su replicación hayan permanecido como mutaciones.
Las variantes que por azar tengan algunas ventajas adaptativas pueden implantarse, propagarse y, en ocasiones, convertirse en la versión predominante del SARS-CoV-2, en un proceso de selección natural.
Las variantes del virus identificadas hasta ahora son muchas y entre ellas se encuentran la B.1.1.7, descubierta en el Reino Unido; la 501.V2, hallada en Sudáfrica, y la Cluster 5, de la que se han descrito transmisiones entre seres humanos y visones en varios países, como indica el portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC).
Otra más fue identificada en Tokio a principios de este año en cuatro viajeros procedentes del estado brasileño de Amazonas.
En la clasificación de estas modificaciones “variante” es la denominación que se refiere a una alteración del virus con un número significativo de mutaciones, y “cepa”, cuando los cambios son más numerosos y de mayor trascendencia.
Así, la B.1.1.7, por ejemplo, es una “variante” de la misma cepa del SARS-CoV-2 de la que hasta el momento se han identificado 23 mutaciones.